Friday, December 17, 2010

Carta póstuma a la Sra. du Maurier:

"Last night I dreamt I went to Manderley again"
"Anoche soñé que volvía a Manderley"

Querida Sra.:
Hace ya mucho tiempo que no escribía directamente en este medio digital porque, con todos mis "problemas" informáticos, se me hacía más fácil escribir sobre un papel y pasarlo aquí cuando tuviera oportunidad. Una hoja (de cualquier tipo) y un bolígrafo (o un lápiz, un rotulador...) pueden llevarse/usarse a/en cualquier sitio. Pero esto es otra historia... y debe ser contada en otra ocasión.
Su libro me ha encantado. De nuevo me sorprendo pensando en cómo una señora de su época fue capaz de escribir este y otros libros. Y a la vez me reprendo por pensar esto. Creo que tengo tan metido en la cabeza que las mujeres siempre han estado marginadas y no se las ha dejado expresarse y desarrollar su intelecto que extrapolo esta "pseudocreencia" a cualquier época, sin pensar en qué época ocurrían estas cosas, en qué sociedad, hasta cuándo... Rebecca se lee rápido, te absorbe, te olvidas de quién eres y quieres gritarles que tengan cuidado o que no se preocupen, que no digan tal o cual cosa, que no hablen ahora porque los criados pueden estar escuchando. Puedo imaginarme perfectamente a la Sra. De Winter que, por cierto, ¿cómo se llama? ¿Es que de nuevo se me ha pasado el nombre de un personaje? ¿Se menciona? Esto me llama siempre la atención: personajes clave en las historias que no tienen un nombre. En este caso, de pila. Maxim sí sabemos que es Maxim, Max o Maximilian. Rebecca era Rebecca... o Reb, creo recordar. Incluso a la señora Danvers también se la nombra de alguna otra manera. Pero no pasa lo mismo con la Sra. De Winter.
Por otro lado sorprende el estilo de vida de esta sociedad... ¿de qué se ocupaban realmente? Porque "en qué" se ocupaban ya lo sabemos: las tardes (y gran parte de la mañana) eran para ellos, para leer el periódico, coser, hablar en el salón... parece que con que hubiera un buen Frank ocupándose de la finca ya era suficiente. Me imagino esos desayunos con huevos, tocino, pan, mermelada... todo en bandejas de plata y caliente... Todo me sorprende... y me muero de envidia.
Al poco de terminar su novela vi la adaptación que hizo Hitchcock en 1940, dos años después de que usted la escribiera. Es una adaptación estupenda, fiel reflejo en la que aparece lo fundamental y no echas nada en falta.
En fin, por una cosa o por otra llegas a odiar a Rebecca: una persona capaz de dejar tanto malo en la vida para las personas que la conocían de verdad. Y no es sólo un ejemplo literario.
Muchas gracias Daphne.

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