Wednesday, March 09, 2011

Sr. Baricco,

Este fin de semana he podido leer su novela... o cuento... o historia, Seda. Ciertamente es eso, una historia, un relato de unos hechos, en ocasiones repetitivos, como en la realidad hubieran sido: el comerciante que va y que viene y durante cuatro años hace el mismo - o casi el mismo - trayecto de ida y vuelta. Siempre, excepto al final, cumple su cometido. No se sobrepasa, es calmado, no hay angustias o sorpresas de última hora. Las cosas ocurren en esta historia sin sobresaltos aunque hay enigmas y misterios, preguntas sin contestar, cosas sin explicar. La historia está abierta por los cuatro costados.
No me ha gustado mucho. El lenguaje y el ritmo son pausados y poéticos. La repetición, los puntos y aparte y el tempo dan al libro un toque de belleza, un aura especial. Pero aun así no me convence.
P. D. a los ajenos: Hay una frase que me ha gustado especialmente:
... Tenía los labios entrecerrados, parecían la prehistoria de una sonrisa.

Estimado Sr. Murakami:

Creo que después de escuchar Norwegian wood de los Beatles he podido comprender un poco mejor su libro. Hay muchas otras canciones que me gustaría escuchar y seguro me ayudarían a entender más… Su historia está llena de referencias tanto musicales como literarias. Me ha sorprendido que la mayor parte de éstas sean occidentales: pensaba que los estudiantes preferirían leer autores japoneses y también que se enseñara a los griegos en Historia del Teatro. También imaginaba que las costumbres, las expresiones y los modos de ser iban a ser distintos de los nuestros pero también me he sorprendido viendo lo contrario, lo parecido que podemos ser.
Su libro, por otro lado, está invadido de tristeza, desconsuelo y melancolía. Por eso lo del blues... Y esto no sólo les pasa a los que han estado en contacto con el suicidio de amigos o familiares. Creo que todos los personajes que aparecen en el libro están empapados de esa “depresión asiática”. No me gusta demasiado este tipo de literatura. De verdad creo que no me hace bien.
Me suena además a una especie de espíritu romántico en el que todavía perdura el recuerdo y el amor por la naturaleza y los paisajes, donde la hierba y las espigas se mecen al viento, donde el cielo está tan alto que duele el cuello de mirarlo (o algo así) y donde abundan la niebla y los bosques.
Me ha gustado mucho el personaje de Watanabe. Su hablar, su soledad elegida y disfrutada y, a la vez, su necesidad de las personas y su capacidad para reconocerlo.
Su libro también está lleno de gente honesta que habla de forma totalmente sincera, intenta hacerlo o pide a los demás que lo hagan. Creo que no hay falsedad ni engaño. No hay palabras vacías, ni sonrisas ni conversaciones incómodas. De esta forma la vida me parece mucho más sencilla y rápida.
Dejo para mí la letra de Norwegian wood y un saludo para usted.

I once had a girl, or should I say, she once had me...
She showed me her room, isn't it good, norwegian wood?
She asked me to stay and she told me to sit anywhere,
So I looked around and I noticed there wasn't a chair.
I sat on a rug, biding my time, drinking her wine.
We talked until two and then she said, "It's time for bed"
She told me she worked in the morning and started to laugh.
I told her I didn't and crawled off to sleep in the bath
And when I awoke, I was alone, this bird had flown
So I lit a fire, isn't it good, norwegian wood.

P. D. a los ajenos: Creo que si tuviera un gato también lo llamaría Gaviota... Y si tuviera un perro, lo llamaría Camino, como Robert Kincaid en Los puentes de Madison County.
[Añadido del 20/06/2011]
Sr. Murakami, ¡tengo que contárselo! (Aunque no sé por qué en cursiva, no me pregunte). Ayer, mientras iba en el autobús, oí una conversación tan interesante... Un chico, hablaba con un amigo, dolido quizás por una ruptura reciente mezclada con toques de insatisfacción general. Este chico, después de varios consejos y una conversación bastante profunda (creo que es la primera de este tipo que oigo en un autobús) le dijo algo que había aprendido en un curso de ética, algo como que hay que aprender a aceptar las imperfecciones del mundo y de nosotros mismos... No se lo cuento tal cuál, me quedé con la idea... Pero mientras lo oía pensaba: "¿Dónde he oído yo esto antes?" Sabía que provenía de algún libro que había leído recientemente y eché la vista atrás, ayudada por las imágenes mentales que tengo de este blog... y de repente caí: "¡Murakami!" Aunque en ese momento no supe a qué libro pertenecía. Ya hoy he enlazado las ideas... No recuerdo cómo se llamaba el personaje que lo decía, el que lo había aprendido y era el amor de Watanabe (fíjese que sólo me acuerdo del personaje masculino). Recuerdo que, al leer el libro, también comenté esta idea con alguien, citando totalmente la fuente y las palabras que decía tal como las recordaba. El personaje estaba aprendiendo, no a superar sus imperfecciones (esa era la palabra, como también dijo el chico del autobús), sino a conocerlas, para así saber que su imagen del mundo estaba distorsionada por estas. Así podía llegar a conocer el mundo como es, aunque siempre sabiendo que estaba siendo a través de sus propias imperfecciones... Con esta última idea ya desvarío, pero acéptela de manera general. No sé si la tal persona/s que dió/eron el tal curso de ética sacó las ideas de su libro o fueron usted y ellos los que se basaron en una/s tercera persona/s... o sus reflexiones coincidieron... o tienen ambos todos un gran sentido común. Me gustó mucho reconocer esta idea, oirla en la voz de este chico, que él la dijera a su amigo, que el amigo la aceptara (según la conversación siguiente), que la trajera a mi mente, que me recordara a su libro... y al fin, que yo tuviera la cara dura de escuchar, sin ningún miramiento toda la conversación... Luego no hablé con este chico... me pierdo las mejores. Un abrazo.

Monday, March 07, 2011

Querida Paullina:

Para mis queridos abuelos, que han sobrevivido a la Primera Guerra Mundial, la Revolución rusa, la guerra civil rusa, la Segunda Guerra Mundial, el sitio de Leningrado y la evacuación, la hambruna y las purgas, a Lenin y Stalin, y en el ocaso dorado de sus vidas, a veinte veranos sin aire acondicionado en Nueva York. Que Dios os bendiga.
[Dedicatoria de El jinete de bronce]

Paullina:
Después de una semana (sí, para mí sólo una semana, eso sí, a pleno rendimiento) en Rusia, pasando hambre y frío (mucho frío) y soportando también el calor agobiante del verano, el celo y la pasión de dos amantes (aguantando la envidia y resignada), el miedo por el futuro y por el presente, viviendo la muerte... creo que me será más fácil comunicarme con usted de esta manera:

¿Qué me ha gustado de El jinete de bronce?
- ALEXANDR. ¿Por qué? Cumple (o cumpliría) 24 años al final de la novela. Para mí es un niño aunque aquí es un adulto... ¿exagerado? Yo creo que sí. Se entiende por todas las experiencias que ha tenido que vivir y la consecuente toma de decisiones. Pero, insisto (yo misma), ¿por qué me gusta? Porque está VIVO. Y no “vivo” porque le lata el corazón y la sangre le corra por las venas, vivo porque tiene y expresa sentimientos (que él siente y que otros sienten), vivo porque se alegra, sufre y ambas cosas las hace al máximo, vivo porque decide sobre su vida, cuando puede, y reflexiona sobre los caminos que la vida le hace tomar...
Me gusta Alenxadr porque es un hombre que sabe ser “cotidiano”. En el libro no sólo hay momentos de amor (bastante explícitos por cierto y que se nota han sido escritos por una mujer) sino momentos de vida. Alexandr hace un banco, corta una mesa que sirva para el fuego, lava los platos, come y pide comida con ganas, defiende a Tatiana, la acompaña a por sus raciones, atraviesa un campo de batalla para buscarla en Lazarevo... Y no todo son cosas heroicas. La mayoría de ellas prosaicas. Eso es lo que más me ha gustado. Da la impresión que Alexandr sea un hombre con el que se pueda hablar de todo. No sólo ha visto a Tatiana con su vestido blanco de flores rojas sino que la ha visto envuelta en un abrigo negro el doble de grande que ella, enferma y desnutrida o bajo los cascotes de una estación derruida.
En este libro hay pocos puntos suspensivos (esos que tanto me gustan). Se dice más de lo que se pretende que se intuya o, al menos, se dice mucho. Aun así, también hay espacio para la imaginación y sobretodo creo que se transmiten muy bien los sentimientos.

Además, que la historia sea tan larga permite que se vea evolucionar a los personajes, que sepas de dónde vienen, lo que han vivido y adonde quieren ir. Sus recuerdos son también tuyos. Cuando Tatiana y Alexandr se acuerdan del momento en que se vieron por primera vez, yo también he podido recrear ese hecho como un momento de la historia vivida. Y ahora me acuerdo yo de la primera vez que él la toca:
Él continuaba sujetándola. Su mano, que tenía el tamaño de un país pequeño, quizá Polonia, le rodeaba todo el brazo. Tatiana se irguió, con un leve temblor, y él la soltó, dejando un tibio espacio vacío donde había estado su mano.

... de cuando le regala los libros y ella no sabe que hacer con el papel que los envuelve:
- Pero lo has envuelto tan bien... ¿Por qué tengo que tirarlo?
- No es más que papel.
- Si es sólo papel, ¿por qué lo has envuelto?

Cuando celebran el cumpleaños de Tatiana...
Alexandr tenía una risa muy bonita. Una risa sincera, profunda, masculina, que nacía en su pecho y se contagiaba para acabar en el suyo.

... y Tatiana intenta averiguar...
... quería preguntarle si alguna vez lo llamaban de otra manera que no fuera Alexandr. Era una pregunta poco apropiada y no la formuló. Caminar al atardecer por un paseo a la orilla del río tendría que bastarle. No podía preguntar cuál era el apodo cariñoso que a Alexandr le gustaba escuchar.

Y más tarde lo averigua:
- Si quieres, tú puedes llamarme Shura.
«¡Shura! Qué apodo tan cariñoso. Me encantaría llamarte Shura»
- ¿Quién te llama Shura?
- Nadie – contestó Alexandr, mientras le dedicaba un gesto de despedida.

Y volviendo al momento en que se ven por primera vez... me parece fantástico... ¿cómo no han hecho una película de su libro? El escenario espacio-temporal es genial. La despreocupada Tatiana lamiendo un helado el día de la declaración de la guerra, ignorante de las consecuencias y de su propio futuro. Alexandr que la ve, desde el otro lado de la calle y es capaz de conectar con ella, de ver en todo el conjunto el valor de esa persona en sí y para él. Que es capaz de pararse, de VERLA y de seguirla.

[Me olvidé de los guiones, pero aquí vuelvo]
- Me ha gustado que la historia se acabe y tenga un final aunque también sepa que hay una continuación y en el libro se pueda intuir. Pero El jinete de bronce es un libro con un punto de partida y un punto final (o seguido).

¿Qué no me ha gustado de El jinete de bronce?
- El ascenso militar imparable de Alexandr me ha parecido exagerado. Creo que si me hubiera fijado, al menos hubiera aprendido algo sobre graduación militar.
- No sé por qué pero el final de la historia no me ha cautivado tanto como el principio. Hay un punto de inflexión en Lazarevo, cuando Alexandr llega y la descubre nadando en la abundancia, vestida de verano y nadando en el río. Las dudas sobre porqué o por quién él estaba allí eran lógicas pero me ha parecido que se alargaban demasiado. La salida de Rusia sí es de thriller y los momentos en los que ella descubre la forma de vida occidental son excepción. Me estoy acordando ahora de cuando ve por primera vez una lavadora. Estos momentos sólo se mencionan, sí, pero con el bagaje a la espalda que tenía como lectora de la vida de Tatiana, creo que los he podido sentir como los sintió ella.
Fuera de toda pregunta me quedarían un par de cosas por decirle. El libro me ha parecido duro. Edulcorado con una historia de amor, pero duro. Aunque me ha hecho interesarme por la historia rusa de esos momentos y preguntarme por los que no aparecen, no hubiera leído nada sobre el asedio de Leningrado en otras circunstancias. Creo que ha contado o recreado la historia bastante bien. Las etapas de la guerra en la población civil. Sin orden: el entusiasmo y el arrojo, el miedo y el terror, la ingenuidad y la ignorancia, la violencia y el odio, el deseo de venganza, el “sálvese quién pueda”, el egoísmo y la cobardía, la desesperación, el embrutecimiento y la deshumanización, la valentía y la heroicidad... Si pudiéramos ver en imágenes y sentir en nuestra piel lo que los estuvieron allí vieron, sintieron y vivieron, seguramente sería mucho más duro de lo que usted nos cuenta. Pero aun así, me parece bastante aproximado.
Al igual que cuando leí Ensayo sobre la ceguera, pienso en estos momentos de pánico y caos y tengo miedo. Tatiana y su familia, como todos los rusos de ese momento, vivían en la estrechez y la lucha formaba parte de sus vidas. Para no pensar “en colectivo”, me pregunto, ¿yo estaría preparada?...
He reflexionado mucho sobre este tema mientras leía y todavía me ronda por la cabeza.
El otro tema que quería comentarle (o sobre el que reflexionar en voz alta) es la red de mentiras que tejen Alexandr y Tatiana. Si esto ocurriera (que ocurre) en la vida real, ¿no sería más fácil cortar de raíz y aclarar la verdad desde el primer momento aunque alguien sufriera que esperar hasta el punto en el que las mentiras te llevaran a hacer cosas que no quieres?

Paullina, delante de mí tengo dos jinetes de bronce... podría tener un tercero, porque hay uno en la ciudad donde vivo, aunque no represente a Pedro el Grande... pero ahora sólo tengo dos: el suyo y el de Pushkin. Aunque quiero comenzar a leer este último, no sé si voy a ser capaz de captar todo el significado de este poema... Emocionada, le quiero dar las gracias por haber escrito este libro y por haberme introducido en otro. Por ahora no quiero leer los dos volúmenes que continúan al Jinete porque me he visto demasiado absorbida por él y yo, que no soy como Tatiana, aunque llevo toda mi vida respirando, necesito seguir haciéndolo.

A very big hug.

P. D. a los ajenos:
Llegué a este libro por una referencia en un comentario a una entrada publicada en un blog. El libro, como veréis los que estáis buscándolo, no parece estar por los canales habituales de venta: agotado en librerías y no presente en librerías de viejo... al menos de un primer vistazo. Yo he leído la edición de Grijalbo de 2001 pero creo que también lo editó Círculo de Lectores.

Os dejo unas últimas palabras...
- Por favor, no te mueras – le suplicó –. No creo que pueda enterrarte. Ya he enterrado a todos los demás.
- ¿Cómo puedo morir cuando tú has vertido tu sangre inmortal en mis venas? - preguntó el comandante con voz entrecortada.

Carta póstuma al Sr. Fast:

Querido Señor,
Acabo de releer el prólogo que usted escribió a la primera edición de su obra y el otro de 1996 que incluye la edición que he leído (de El País). Me han dado los datos que había olvidado sobre cómo y en qué circunstancias escribió esta historia, Espartaco. Hace años (creo) que no leía una novela histórica, o por lo menos basada en personajes y hechos reales, no tan alejados de lo que ocurrió... aunque eso, ¿quién lo sabe? He buscado en la Espasa* (cosa que tampoco había hecho hace años) lo que había escrito sobre Espartaco. Según dice, provenía de sangre noble pero fue reducido a esclavo por haber desertado del ejército romano donde servía como soldado. Son más las semejanzas que las diferencias entre la figura real y la que usted plasma en su novela.
Me encanta la forma en que todas las historias y los personajes se interrelacionan, espiritual y corporalmente, en los caminos, las ciudades, en las villas y ante la mesa, reflejando muy bien (al menos como imagino) la sociedad romana de esa época.
Y de nuevo me asombro – como me pasó hace meses cuando leí El hereje – de la crueldad humana para el martirio y el castigo. También incluye la Espasa la mención a las 6000 cruces que sembraron la Vía Apia entre Roma y Capua. Cuántas veces en la Historia nos habremos escandalizado ante estos hechos pero... ¿cuántas veces se han vuelto a repetir? ¿Cuántas veces volverán a repetirse? En cuanto no quede hombre que lo recuerde, en cuanto los hechos se desvirtúen y banalicen lo suficiente y exista cualquier “motivo superior” que los justifiquen. Y ocurrió de nuevo con los esclavos americanos (que son de ida y vuelta), los campos de concentración, la explotación en el Tercer Mundo...
Algo dice la Espasa también (perdóneme que la cite tanto, pero me entró la curiosidad de contrastar sus datos) sobre cómo Espartaco no podía controlar a sus hombres, dispuestos a la venganza. Presuponemos los motivos puros en Espartaco, sí, puros, como dice Varinia (la Espasa no la nombra en esta entrada), como él era puro. ¿Hay alguien así hoy en día? ¿Existe alguien con tal rectitud? ¿Alguien capaz de ofrecer su vida por un derecho de todos? Creo que estas son virtudes perdidas en el mundo de hoy en día, al menos en el que me muevo, imposibles de conseguir por la velocidad de la vida que sólo te deja pensar en ti mismo y en dónde agarrarte para no marearte.
Otras dos cosas me han llamado la atención: por un lado, el uso de expresiones y palabras sacadas de la época, como si el narrador de la historia se situara en la nuestra. En esos momentos la narración no parece instantánea sino que parece puesta en manos del escritor, es decir, de usted; y por otro, las referencias – al menos a mí me lo parecen – al ideal de la sociedad comunista que no distingue entre amos y esclavos y en el que todo es de todos.

Gracias Sr. Fast. Creo que sí consiguió algo grande contando esta historia.

P. D. a los ajenos: Este libro fue un regalo de 1€ que agradezco como si hubiera sido de 10.000€.

*Por cierto que la redacción de la Espasa ya suena a desfasada: “Espartaco, dotado de gran inteligencia y de una fuerza hercúlea, fué bien pronto el núcleo contra el cual convergieron todos los espíritus decididos á morir por la libertad, redimiendo á todos sus compañeros, los esclavos y quizá á la misma Italia oprimida por Roma, antes que perder la vida sirviendo de espectáculo á los caprichos brutales y voluptuosos de los romanos”. La referencia bibliográfica que contiene la cita de Espartaco en esta Enciclopedia corresponde a Giovagnoli, Spartaco (Milán, 1882)

Sólo algunos textos...

Varinia, cuando era una niña, había observado qué ocurría a los hombres y a las mujeres de su tribu cuando se amaban mutuamente. Se le llamaba el triunfo sobre el temor; hasta los demonios y los espíritus de los grandes bosques en que vivían los suyos sabía que aquellos que amaban eran invulnerables al temor, lo que podía verse en los ojos de los que amaban y en la manera como caminaban y en el modo en que entrelazaban sus dedos.

... Graco recordaba muy bien aquel momento, pues fue entonces cuando Espartaco cobró vida surgiendo de la nada para remecer el mundo entero. Otros hombres tienen raíces, un pasado, un comienzo, un lugar, una tierra, un país..., pero Espartaco no tenía nada de eso. Había nacido de los labios del soldado que sobrevivió y cuya supervivencia había sido determinada por Espartaco con el fin, con el propósito, de que regresara al Senado a decir que era un hombre de tales o cuales características. No era un coloso, ni un salvaje, ni un ser terrible, sino simplemente un esclavo; pero había algo en él que el soldado vio y que debía ser contado.

Una vez, mucho tiempo después de esto, un esclavo romano fue crucificado (...), fue perdonado por el propio emperador, y consiguió vivir. Escribió un relato de lo que había sentido en la cruz, y lo más extraordinario de este relato es lo que decía de la cuestión del tiempo. “En la cruz – contaba – hay solamente dos cosas: dolor y eternidad. Me han dicho que estuve en la cruz solamente veinticuatro horas, pero yo permanecí en la cruz más tiempo que el transcurrido desde que existe el mundo. Si el tiempo no existe, entonces cada instante es igual a siempre”


Por cierto, ¿quién no ha visto a Kirk Douglas en el Espartaco de Kubrik?