Friday, February 01, 2013

Carta póstuma a Jack Kerouac:

Sí, tú y yo, Jack... Recorreríamos el mundo entero con un coche como éste, porque la carretera, al final, tendría que dar la vuelta al mundo. ¿Adónde iba a ir si no? ¿No es eso?

Querido Jack,
Comienzo a escribirte en el autobús, en una de las esquinas donde inconscientemente suelo sentarme y donde, conscientemente, he leído probablemente el 80 o el 75% de tu libro, de tu obra maestra En la carretera. Esta ha sido mi forma - mi triste manera - de sentirme en el camino, de sentirme vagabunda, ser errante, desposeída de todo, llevada por alguien, sin destino, sólo por el hecho de ir, de trasladarme, de moverme. Sólo por el hecho de estar en la carretera... La pureza de moverse y de llegar a algún sitio, no importaba adónde, tan rápido como fuera posible y con el máximo entusiasmo y la máxima comprensión de cuantas cosas nos topáramos.

***

Han pasado algunos meses desde que acabé de leer tu libro y empecé a escribirte las líneas anteriores. Llegué a él a través de una noticia en la web de la British Library sobre la exposición del rollo original. ¡Todavía me quedan tantas cosas por saber del libro y de cómo lo escribiste! ¡Todavía me quedan tantas preguntas! Lo leería otra vez para volver a subrayar más cosas de las que ya he hecho. 
Me ha encantado la historia, contada por ti en primera persona. He mirado tus fotos y he imaginado cómo eras. Te veo sentado en un sillón, con tu pelo despeinado, leyendo, fumando, mirando al infinito. Detrás está tu madre a la que quisiste reunir contigo para vivir en familia. (Me gusta cuando dices: creo en un buen hogar, en una forma de vida cuerda y sana, en la buena comida... Y al final: de repente, se te dejaba sin nada en las manos salvo un puñado de locas estrellas). Te veo tras los conspiradores mesiánicos Neal y Allen, dándoles patadas a las latas y siguiéndoles de lejos, con tu silencio y tus respuestas cortas, pero es ahí cuando dices eso de que la única gente que me interesa es la que está loca, la que está loca por vivir, por hablar, ávida de todas las cosas a un tiempo, la gente que jamás bosteza o dice un lugar común..., sino que arde, arde, arde como candelas romanas en medio de la noche. [P. D. a los ajenos: De la fantástica edición de Anagrama que he leído, comprado y regalado a la Biblioteca para quedarme (sin que ellos supieran la verdadera razón) con el manoseado por no sé cuántos lectores previos y que considero ya tan parte de mí como si lo hubiera sido siempre.]

No te pienso valiente pero debiste serlo para arrastrarte con estos locos por la carretera. Cómo te envidio Kerouac por las oportunidades que te presentó la vida y cómo supiste aprovecharlas. Fuiste, cómo decirlo, sencillo. Dejaste que la vida te llevara, acomodándote al transcurrir, caminando despacio, tranquilo, firmemente. Sin más. Bendita vida. Benditas razones para vivir. Tú y Neal fuísteis genuinos, originales. Nosotros ya os hemos leído y sólo nos queda imitaros, repetir unos estereotipos de vagamundos falsos en nuestra sociedad. Comprarnos una armónica y perderla. Vosotros no imitábais a nadie. En ningún momento mencionas que emulábais a otros pese a que la carretera estaba llena de gente como vosotros. En 1949 Jack, ¡tenías 27 años! No conviene mirar atrás, Jack, pero... ¡qué de tiempo perdido!
He leído tu libro con otro Gran Jack al que escribiré a continuación y que echo mucho de menos. Yo no soy Cassady, Kerouac, pero me imaginaba siéndolo con él. Me imaginaba que tenía la misma relación con él que Neal con Allen, esa mística conexión, embarcados en algo tremendo, tratando de comunicarnos con absoluta sinceridad y absoluta totalidad lo que tenemos en la cabeza (...), sentados en la cama, con las piernas cruzadas, frente a frente, infundiéndonos ánimos, diciéndonos uno a otro: ¡puedes ser lo más grande, lo que quieras ser! Una comunicación de corazón a corazón, un acto organizado, una celebración, al que tu asistías desde un rincón, empezando con pensamientos abstractos, comunicándose sin hablar, con la mirada, con vaguedades, en abstracto.

Hay varios pasajes de la novela que me gustan mucho y creo que todos se concentran al final:

El primero que te cuento es ese en el que en un viaje en autobús a Detroit conociste a una joven campesina sentada a la sombra de un porche mientras querías llevar la conversación a tu terreno. La chica no daba para más. Era obtusa. Su mirada apesadumbrada se remontaba a la tristeza de generaciones por no haber hecho lo que la vida había pedido hacer a gritos... Pero ella no sabía lo que quería. Estaba perdida y nadie podría explicarle jamás qué es vivir.
Me gusta ese otro en el que, al final del LIBRO TRES, te despediste de Neal y él te habla diciéndote que, entre paréntesis, le ha asaltado un nuevo pensamiento, y os dejásteis en Long Island, y os dísteis la mano y acordásteis ser amigos para siempre.
Y aquel en el que te veo, llegando en Manhattan a la calle del apartamento donde tus amigos celebraban una fiesta y al gritar hacia la ventana, se asoma una chica preciosa que te dice: -¿Sí? ¿Quién es? A lo que tú respondiste: -Jack Kerouac -dije yo, y oí cómo mi nombre resonaba en la calle vacía y triste. -Sube -dijo la chica-. Estoy haciendo chocolate. 
Pero mi favorito es ese en el que cuentas la noche que pasaste con Neal en un cine de sesión nocturna continua de Skid Row, cómo el cine estaba lleno de "desechos" de la sociedad (tú dices la hez), gente sin nada que hacer, ningún sitio adonde ir, nadie en quien creer, cómo vísteis-oísteis-dormísteis-soñásteis las mismas dos películas media docena de veces en una espiral fílmica infernal, cómo a la mañana siguiente los empleados del cine os barrieron de la sala empujándoos a vosotros junto con toda la mierda acumulada y cómo dices que si te hubieran llevado en aquel montón de porquería Neal no te habría vuelto a ver en la vida. 

Empapelaría mis espacios con frases de En la carretera (probablemente este blog acabe denunciado por todas estas líneas copiadas):
Nos quedamos en silencio, como solíamos hacer después de haberlo hablado ya todo.

Y en la noche olorosa de Denver recorrimos las calles destartaladas aledañas al cruce de Welton con la Diecisiete. El aire era tan suave, las estrellas tan hermosas y la promesa de cada callejuela empedrada tan grande que pensé que estaba viviendo un sueño.

...y jamás pensó realmente que yo valiera gran cosa. Era precisamente lo que quería que él y el mundo pensaran de mi persona. Así me sería posible entrar subrepticiamente en las cosas, si es lo que se pedía de mí, y salir del mismo modo. Y eso es lo que hacía.

El viaje a Texas les llevó días y noches, y en todo ese tiempo apenas durmieron y hablaron continuamente. Nada quedó sin debatir, nada quedó sin resolver. En al autopista, al pasar junto a los peñascos de Raton, a los pastos ventosos de la lengua de tierra de Amarillo, en el corazón frondoso de Texas..., hablaron y hablaron, hasta que al llegar a Waverly, y luego casi a Houston, donde vivía Bill Borroughs, habían llegado a tantas decisiones vitales que se arrodillaron en la oscuridad de la carretera, mirándose cara a cara, e hicieron votos de amistad y amor eternos. Allen Ginsberg bendijo a Neal; Neal aceptó la bendición. Se arrodillaron y salmodiaron hasta que les dolieron las rodillas. 

Refiriéndote a Henri Cru: No es que no me perdonara nunca el haberle quitado a su chica, sino que -muy al contrario- ello resultó una suerte de vínculo que nos unía; fue un amigo leal desde el primer día, alguien que me tenía verdadero afecto (quién sabía por qué).

Era hora ya de perseguir mi luna.

Detrás de mí, nada; delante, todo, como acontece siempre en la carretera. 

Sentí la llamada de mi propia vida pidiéndome que regresara.

Tras una docena de pasos, nos volvimos (porque el amor es un duelo) y nos miramos por última vez. 

-Quiero casarme -les dije-. Para apaciguar mi alma con ella hasta que los dos nos hagamos viejos. Esto no puede seguir siempre así... Todo este frenesí, todo este deambular de un sitio a otro. Tenemos que ir a alguna parte, encontrar algo...

No había ninguna claridad en lo que decía, pero lo que quería decir resultaba -de alguna manera- puro y nítido. Utilizaba mucho la palabra "puro". Nunca se me había pasado por la cabeza que Neal se fuera a convertir en un místico. Eran los primeros días del misticismo que habría de llevarle a la santidad extraña y harapienta de W.C. Fields de sus años posteriores.

Empezaba a acudir a mí en busca de consejo; ni siquiera Neal le bastaba.
-¿Qué piensas hacer contigo mismo, Al? -le pregunté.
-No lo sé -dijo él-. Ir tirando. Me gusta la vida -dijo, repitiendo el pensamiento de Neal.

Como es natural, hoy, cuando miro atrás y pienso en ello, aquel algo no era más que la muerte: la muerte nos alcanzaría antes de llegar al cielo. Aquello que anhelamos en nuestros días de este mundo, lo que nos hace suspirar y gemir y soportar todo tipo de dulces náuseas, es la rememoración de una dicha perdida que probablemente experimentemos en el seno materno, y que únicamente puede reproducirse -aunque odiemos admitirlo- en la muerte. Pero, ¿quién quiere morir?

... además, Pauline jamás llegaría a comprenderme, pues me gustan demasiadas cosas y me sumo en la confusión y me atasco cuando corro de una cosa a otra y al final acabo hundido. Ésa es la noche; y eso es lo que la noche te hace. No tengo nada que ofrecer a nadie más que mi propia confusión. 

Refiriéndote a Burroughs: Me limitaré a decir que era un maestro, y que tenía todo el derecho a enseñar porque aprendía todo el tiempo. Y las cosas que aprendía eran los hechos de la vida, y no por necesidad sino porque quería hacerlo. 

Mientras dormías he estado contemplando esta carretera y este país..., ¡y ojalá fuera capaz de contarte los pensamientos que me han pasado por la cabeza!

Neal y Frank dormían, y yo estaba solo en mi eternidad al volante. 

Estar allí tumbado encima del coche, con la cara dirigida al negro cielo, era como estar dentro de un baúl cerrado en una noche de verano. Por primera vez en la vida el tiempo atmosférico no era algo que me afectase, que me acariciase, que me helase o me hiciese sudar, sino que el tiempo era yo mismo. La atmósfera y yo éramos una sola cosa. 
............
Kerouac, yo también te grito desde la ventana: no sabes lo que ha significado tu libro para mí. He vivido con él durante una larga temporada, ha supuesto un corte, una ruptura. Ahora lo miro, lo toco, lo poseo como un tesoro. Junto al de McCarthy (casualmente otra carretera) tu libro ha cambiado mi forma de mirar el mundo.
Estoy totalmente de acuerdo contigo en que sólo me interesan los locos de este mundo. Pero todos lo estamos, Jack, todos estamos más o menos locos. Creo que no he encontrado todavía una persona insustancial en mi vida. Nada más escarbar en alguien aparece un mundo interior por descubrir, por explorar. En ocasiones son grutas doradas, llenas de tesoros o de minerales preciosos. Asomarse al interior de una persona, a esa noche cerrada (...), noche secreta (...), noche sagrada, es algo que nos conecta con nosotros mismos, nos hace abrir los ojos y maravillarnos de nuestra existencia. Es algo metafísico. Algo trascendente. Es un privilegio otorgado, el sentarnos frente a frente con alguien, cruzados de piernas a comunicarnos de corazón a corazón

Qué vida la tuya sin miedo. TE ENVIDIO KEROUAC. Tu fluir.
Te he imitado en algunas ocasiones en esos viajes a velocidades imposibles. Aunque yo no saco la cabeza por la ventanilla.

P. D. Si seguís así vais a volveros locos, pero por favor mantenedme al corriente de lo que os sucede en el camino. Jack, mantenme al corriente.

[P. D. a los ajenos: Encontré a este hombre (des) equilibrista tratando sobre la Generación beatnik en la literatura, la música y el cine. Me ha orientado mucho leerlo.]

***   ***   ***  

Conocí conocí a Neal no mucho después de la muerte de mi padre...
I first met met Neal...
(Te leo las primeras líneas de En la carretera)

... y nadie, nadie sabe lo que va a pasarle a nadie, salvo que triste y fatalmente va a envejecer, y pienso en Neal Cassady, e incluso pienso en el Viejo Neal Cassady, el padre que jamás llegamos a encontrar, pienso en Neal Cassady, pienso en Neal Cassady...

(Y te leo las últimas, a ti que, a no ser que hicieras trampas, nunca pudiste leerlas)

Yo pienso en Jack Kerouac, Jack Kerouac...

Carta póstuma a Jack, Jack, Jack:
Queridísimo,
¡he tardado tanto en escribirte! Pero me acuerdo de ti cada día.
Te pienso en mi silencio. Pero a veces también me acuerdo de ti en el ruido. En esas ocasiones tu recuerdo me asalta como un dolor punzante, de repente, sin previo aviso. La muerte es SILENCIO. Con mayúsculas. Es silencio y frío. Es el abismo y la Nada. Cantada, por supuesto, por Nacho Vegas.
Pienso en la de cosas que te contaría, en la de sitios que me gustaría enseñarte, en que me des (en que me das) la mano, camerado. Mi imaginación en vuelo sin motor. Y yo intentando cogerla a lazo para atarla a un poste, como tú hiciste contigo mismo un día. Pienso en ti a cielo abierto. Cuando hay nubes. Cuando sólo se ven algunas estrellas.
Nunca te escribiré la carta perfecta. Nunca habrá una despedida en la que diga todo lo que quiera, lo que sienta. La vida ha orquestado esta función inverosímil de mala manera. Nunca (nunca digas nunca) lo hubiera imaginado. Los peores pronósticos se cumplieron.

Te pregunté como Allen a Cassady:
Luego Ginsberg le preguntó a Neal si era sincero, y, concretamente, si era sincero con él en el fondo de su corazón.
Tú me dijiste que sí y me hablaste del "asunto cebolla" y algo sobre unos llantos quinquenales. 

Creo firmemente en el alma de las personas y creo, también firmemente, que he visto una parte de la tuya. Yo te dejo aquí la mía, junto a la vergüenza de mi vida contemplada, mi pequeñez, mi Todo y mi Nada. Me quedo pensando en ti, en tus mil nombres, en cómo la vida nos cruzó en la carretera. Me quedo con tus cartas, con tus planes a medio plazo y tus canciones. Me reservo el "estoy contigo todo el rato". 
Yo sigo aquí. Mirando cómo te has ido. Buscando verte por algún sitio. Preguntándote dónde estás. Y te doy mi mano... para seguir juntos mientras la vida nos dure...

Camerado, I give you my hand!
I give you my love more precious than money, 
I give you myself before preaching or law;
Will you give me yourself? will you come travel with me?
Shall we stick by each other as long as we live?

Poema Canción del camino abierto en Hojas de hierba de Walt Whitman.


Sólo esto quedaba por decir. Cantar este himno en tu honor. Esta canción sagrada. Dejarla aquí para el juicio del mundo. Para la separación entre los que estén contigo o contra ti. [Lying out there like a killer in the sun / Hey I know it's late we can make it if we run... Yo prefiero Except roll down the window / and let the wind blow back your hair...]
Mando mi mensaje en una botella a las estrellas. Recíbelo tú, mi admirador circunspecto, mi juntaletras de bata blanca, mi amigo invisible, mi griego, mi Atreyu, mi Athos... mío y de todo el mundo. 
Pero sólo mi Jack, Jack, Jack.
P. D.  Eternidad. Siempre.

No comments: